Alopecia areata
La alopecia areata es una patología relacionada con un desorden de la inmunidad crónica que afecta a los folículos en fase anágena (de crecimiento) y que causa, en general, manchas sin pelo. Además del cuero cabelludo, pueden estar afectados los pelos de otras áreas del cuerpo y, en los casos más graves, la persona puede quedarse completamente sin pelo y cabello. Afecta a, aproximadamente, 1 persona de cada 1000 y la edad de comienzo es generalmente antes de los 30 años, aunque el desorden puede producirse a cualquier edad. Los hombres y las mujeres se ven afectados del mismo modo. Es frecuente en el Síndrome de Down (aproximadamente el 10% de los casos) y es resistente a los tratamientos. A menudo, se asocia a la tiroides crónica autoinmune y al vitíligo, otras dos enfermedades de origen autoinmune; es decir, donde se produce un comportamiento alterado del sistema inmunitario que daña las estructuras.
La alopecia areata está causada por una inflamación autoinmune peribulbar que destruye el ciclo normal del cabello. De hecho, el cabello normalmente pasa de un periodo de crecimiento activo (fase anágena) a una involución folicular (fase catágena) y, después, al periodo terminal en el que las actividades vitales cesan completamente (fase telógena). En la alopecia areata, la inflamación peribulbar se asocia a modificaciones distróficas de los folículos en fase anágena y estimula una transición prematura de la fase anágena a las no proliferativas (catágena y telógena). Se han considerado varios elementos como factores desencadenantes de los episodios de alopecia areata. Entre estos, se encuentran las infecciones, fármacos, vacunas, pero el factor más importantes encontrado en el historial de los pacientes, es el estrés más o menos fuerte. Además, parecen estar más afectados quienes sufren de ansiedad y problemas de comportamiento.
La alopecia areata se presenta típicamente con manchas lisas, circulares y totalmente sin pelo. En ocasiones, la pérdida del cabello es precedida de una sensación de prurito o escozor. En la periferia de la mancha en actividad, se aprecian, en la fase de actividad, los pelos “en signo exclamativo”; es decir, pelos trocados en varios milímetros desde el origen y reducidos en su parte próxima, terminando con bulbo en telógeno.
La localización de la mancha inicial, en general, es la barba o el cuero cabelludo. El hecho de que otras zonas estén afectadas es menos común y típico de las formas extensivas. Una variante rara es la de una alopecia areata que no se manifiesta en manchas, sino difundida y supone una reducción generalizada del diámetro del cabello.
El cabello blanco está mucho menos afectado, incluso puede no verse para nada afectado, llevando a un aparente emblanquecimiento repentino del cabello. En realidad, se trata de una alopecia areata muy aguda que ha afectado sólo a los cabellos oscuros.
La alopecia total afecta a todo el cuero cabelludo, la alopecia universal a todos los pelos corporales. En la fase de estado, la mancha no presenta pelos en signo exclamativo; en la fase de remisión, los pelos crecen normalmente más claros (leucotriquia) para, después, adquirir su color natural.
Aproximadamente el 50% de aquellos que presentan únicamente limitadas manchas de alopecia, se curarán en un plazo de un año, aunque casi todos experimentarán ulteriores episodios de la enfermedad. La alopecia areata puede persistir durante varios años y, en ciertos casos, el cabello ya no vuelve a nacer. Aproximadamente el 10% de los casos experimenta una alopecia total o universal.
Algunos factores han sido asociados a un mayor riesgo de progresión de la enfermedad o a escasas probabilidades de crecimiento del cabello, como:
- Inicio en la infancia
- una enfermedad severa, especialmente una alopecia total o universal
- duración mayor a un año
- localización en la zona occipital y temporal (ofiasis)
- onicopatía asociada (interés ungual)
- atopia asociada
- familiaridad por alopecia areata
A menudo, para el diagnóstico, basta el examen clínico. Si el diagnóstico no es claro, se recurre a la biopsia.
Todos los fármacos inmunosupresores, especialmente los corticoides, son teórícamente capaces de detener la progresión y de hacer crecer el pelo, incluso después de años de duración de la enfermedad. Sin embargo, es difícil, incluso disminuyendo la dosificación de los corticoides muy lentamente, conseguir interrumpir el tratamiento sin sufrir un fenómeno “rebote” sin que esto suponga la reaparición de la enfermedad en forma más grave.
Por tanto, se prefieren, por lo menos para las formas de extensión limitada, terapias locales como corticoides tópicos o por vía intralesional.
Los fármacos inmunosupresores por vía oral (ciclosporina A, corticosteroides) a menudo se utilizan en los cuadros muy extendidos y/o de rápida progresión y pueden dar buenos resultados aunque es necesario una precisa monitorización de los pacientes debido a los frecuentes efectos secundarios. Además, como se ha dicho anteriormente, después de la suspensión del tratamiento, se produce casi constantemente una retoma de la caída del cabello.
La terapia PUVA, basada en la irradiación con ultravioletas de tipo A de la piel anteriormente sensibilizada con psoralenos, ha dado resultados inconstantes. Con la aplicación de productos irritantes como la antralina, empleada sobre todo en el tratamiento de pacientes en edad pediátrica, se han obtenido respuestas variables. La terapia sensibilizadora tópica consiste en el uso de sustancias particulares, como el difenilciclopropenona y el ácido escuárico, capaces de desencadenar localmente una reacción alérgica por contacto, con el fin de mantener una reacción constante inflamatoria de bajo grado y una consecuente estimulación de la recuperación del pelo. Esta terapia ha dado resultados alentadores en pacientes seleccionados, pero resulta compleja y más vez difícil tanto para el paciente como para el médico. En conclusión, en el momento actual, ninguna de las terapias más aplicadas en el tratamiento de la alopecia areata resulta de aplicación simple ni seguramente eficaz. Incluso en los casos en los que se consiga obtener una remisión completa, la elevada reincidencia determina a menudo que el paciente deba someterse a tratamientos agresivos y no carentes de efectos colaterales.